Periodista
Foto de una batería de misiles rusa/EFE
Por tercera vez en 55 años, el mundo asiste a una nueva crisis de los misiles. Pero en esta ocasión con un peligro añadido: hay un presidente norteamericano que parece no estar en sus cabales, obsesivo, narcisista, caprichoso y frívolo, que rompe todas las reglas que han regido el comportamiento de los presidentes norteamericanos desde Washington y los protocolos de la diplomacia internacional.
La Guerra fría se calentó de repente entre el 14 y el 28 de octubre de 1962 y el mundo estuvo al borde de un holocausto nuclear. Tanto en la Casa Blanca el presidente John F. Kennedy y sus asesores, como en el Kremlin, el camarada Nikita Jrushchov y su Politburó no descartaron una tercera y probablemente Última Guerra Mundial. Los problemas internos del secretario general del PCUS, inmerso en la desestalinización, estuvieron según algunos historiadores, en los orígenes de la provocación de enviar misiles a Cuba, que apuntarían directamente al corazón de Estados Unidos. El motivo confesado fue, sin embargo, el intento de invasión de Cuba apadrinado por Estados Unidos.
El enemigo exterior suele unir a los pueblos, y si no existe, o si hay que llegar a un punto de conflicto, se crea artificialmente. Con el mundo al borde del abismo, casi en el último minuto, la firmeza del presidente Kennedy y la habilidad negociadora de Jrushchov evitaron el desastre. Washington, que impuso un riguroso bloqueo naval, se comprometió a desmantelar unas baterías obsoletas en Turquía y a no invadir Cuba, con lo cual, el presidente de la URSS pudo salvar la cara en el Presidium.
Como dice el refrán, "nadie aprende en cabeza ajena", y el sucesor de Jrushchov, Leónidas Breznev, también quiso cosechar éxitos diplomáticos moviendo peligrosamente la ficha prohibida: los misiles. La URSS volvió a intentar en los 70 romper el statu quo y, pese al acuerdo de no renovar los sistemas de misiles en Europa, sustituyó por sorpresa -relativa- los obsoletos SS-19 por los más modernos y de mayor alcance y poder destructivo SS-20. Aquello desató un periodo de alta preocupación, y hasta de histeria, en Europa Occidental. Y si bien el Kremlin había acompañado la crisis de los euromisiles con la intoxicación propagandística de los partidos comunistas y el apoyo implícito del Movimiento de los No Alineados, en esta segunda ocasión financiaron directamente, como está suficientemente demostrado, a muchas organizaciones pacifistas que impulsaron multitudinarias manifestaciones con delirios arcangélicos en todas las capitales europeas contra la respuesta unánime de la OTAN: sustituir también sus viejos misiles por otros mucho más modernos y más eficientes que los soviéticos: los Cruise y los Pershing.
Antes, el canciller de la RFA, el socialdemócrata Helmut Schmidt habría propuesto la llamada "doble decisión": negociar el desarme con Moscú, y si fracasaban las negociaciones, instalar una barrera de misiles. Fracasó el diálogo y en diciembre de 1983 comenzó el despliegue en el teatro europeo de 572 baterías.
En medio del conflicto, y del duelo atómico de titanes, el Gobierno socialista de Felipe González inyecta optimismo en la Alianza Atlántica al conseguir una mayoría suficiente, y elocuente, de síes en el referéndum sobre la OTAN. Esta apuesta convirtió a España, a partir de ese momento, en uno de los miembros del núcleo duro de Europa y en interlocutor privilegiado del eje franco-alemán.
¿Tiene Donald Trump la capacidad de responder con inteligencia, algo de lo que no consta que posea más allá de un buen olfato para los negocios, acompañado de multitud de enredos judiciales?
El movimiento de Breznev, también consecuencia del hervor en el seno del PCUS, desató fuerzas imprevistas. La llegada de Ronald Reagan, y su Guerra de las Galaxias, que terminó en el Escudo Antimisiles, y la aparición del sindicato polaco Solidaridad, con el católico militante Lech Walesa al frente, y la elección por el Cónclave, a la muerte de Juan Pablo I, del polaco cardenal Wojtila como Juan Pablo II, formaron una tenaza que la URSS no pudo soportar. Quebrada su moral en Polonia, y en el amplio movimiento mundial a favor de los polacos, el aumento de las deserciones en el bloque del Pacto de Varsovia y los nervios en los demás países satélites, y con una economía en quiebra que no pudo soportar el esfuerzo económico del rearme al que le obligaba Reagan, Mijaíl Gorbachov se da cuenta de que el modelo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas es insostenible. La glasnot y la perestroika derriban el Murto de Berlín y terminan con el sueño, convertido en pesadilla.
En Berlín estaba un joven agente de la KGB que vio estupefacto cómo poco a poco la URSS se disgregaba y dejaba de ser poderosa e influyente. La pérdida de sus poderes agrandaron los poderes de Estados Unidos, liberaron las ambiciones chinas, que a la vista del fracaso sin paliativos de la economía comunista, que llegaron a ser términos antagónicos, emprendieron el camino del comunismo capitalista y de mercado.
La llegada al teatro de variedades de la elección del candidato republicano a la Presidencia de la Superpotencia mundial de un excéntrico fantoche, que por sus acciones tiene poca cabeza pero mucho dinero, Donald Trump, le dio a Vladimir Putin, aquél agente del KGB que asistió atónito al hundimiento de sus ideales en Berlín, la ocasión de desarrollar una genial jugada de ajedrez en el siempre peligroso juego de poderes. Ya no hay dudas, y ello le ha costado de momento el cargo antes de tomar posesión al asesor de Seguridad Nacional, de que Putin estuvo detrás de potentes ciberataques que influyeron, aunque no se sepa con qué efectividad, sobre el proceso electoral norteamericano.
Putin lleva a cabo una operación pinza contra la Unión Europea y la OTAN, que empezó con la anexión de Crimea y la partición, en principio, de Ucrania. Para aliviar la presión presente y futura en su frontera Sur, Putin ordenó incursiones aéreas casi diarias en el Báltico y estados limítrofes, que a su vez han obligaron a la Alianza, y al presidente Obama, a fortalecer la defensa preventiva en esta zona con un elevado nivel de alerta. La idea de los estrategas rusos era, es, que un presidente estadounidense fantasma, imprevisible y amigo declarado de los rusos, rodeado de amigos de Putin y él mismo admirador del zar-presidente, otro macho alfa como él, le permitiera jugar al gran juego ante unos adversarios divididos -y por lo tanto, debilitados por la ola de idiotez que conquistó la Casa Blanca, y habitó en ella- y con la nada casual aparición de potentes partidos populistas y eurófobos. En medio de ese clima y de una marea de incertidumbres, surge otra vez una renovación de los misiles rusos en el territorio, de norte y sur, frontera con Europa.... mientras otro loco, el líder norcoreano, desafía al presunto gallo Donald con el lanzamiento de un misil que podría alcanzar Japón.... justo cuando el primer ministro nipón se encontraba con Trump en visita oficial, y cenaban en una residencia privada de Florida del excéntrico mandatario USA.
Tercera crisis de los misiles, pues. ¿Tiene Donald Trump la capacidad de responder con inteligencia, algo de lo que no consta que posea más allá de un buen olfato para los negocios, acompañado de multitud de enredos judiciales? ¿Cuenta con un equipo a la altura de las circunstancias?
De momento, los holandeses, ante las certeza del pirateo informático desde Moscú, han decidido contar a mano las papeletas de sus próximas elecciones porque temen, con mucho fundamento, según las apariencias, que Putin intente otra vez, y lo consiga, que ganen los extremistas.
¿Aguantará Donald Trump la presión de Putin? ¿Se moverá el Partido Republicano ante la continuada demostración de que el presidente no da pie con bola y pone en peligro constante la seguridad nacional? ¿Pueden tener tantos frentes abiertos, con la Unión Europea, con México -y, por extensión, con todos los países latinoamericanos, que poco a poco se ponen al lado de Peña Nieto-, con los palestinos y con la ONU, con una China dispuesta a aprovechar el vacío que deja EEUU en el liderazgo de la globalización y del Mundo Libre....?
Con el millonetis rodeado de aprovechados e insensatos - ya ponen en marcha una nueva desregulación bancaria, como la que provocó la Gran Recesión-, lo único cierto es que la incertidumbre y un razonable temor a una crisis multiorgánica de desarrollo imprevisible se agravará según progrese con el actual rumbo, lo que parece seguro, el mandato de Donald y familia.
Un presidente que amenaza a una empresa por no vender la ropa diseñada por su hija, y que gobierna a golpe de tuit, improvisadamente, según el humor con que se levante, sin escuchar a sus asesores, a quienes considera como sus empleados, o que improvisa un gabinete de crisis (el misil norcoreano) a la vista de todos los comensales en el salón de su resort en Florida, con los testigos fotografiando y escuchando con sus móviles todo el proceso, y hasta sacando vídeos del ayudante militar que porta en botón rojo del disparo nuclear.... Es como si los hermanos Marx llegaran a la Casa Blanca y no actuaran como personas, que eran normales e inteligentes, sino como comediantes en una película... de terror y zombis.
Tremendo.
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