The Independent
Periódico La Jornada
Sábado 27 de febrero de 2016, p. 19
Isriyah, norte de Siria.
Los flamantes y dinámicos tanques rusos T-90 del ejército sirio se pueden ver alineados en su nuevo emplazamiento en el desierto, a escasos 150 kilómetros de Raqqa, la capital del Isis en Siria.
Con ellos se ven flamantes camiones de fabricación rusa, un montón de artillería y –sin duda se supone que los espías del Isis vean esto– gran cantidad de soldados sirios caminando con sus flexibles gorras militares al sol, como las que usaban en los viejos días del calor veraniego en Afganistán, en la década de 1980. Incluso hay un general ruso asignado a la base militar de Isriyah, para asegurarse de que los tanquistas sirios reciban el más eficiente entrenamiento en los T-90.
No, no habrá fuerzas rusas de tierra combatiendo al Isis. Jamás se tuvo tal intención. La fuerza aérea rusa ataca al Isis desde el aire; los sirios, los iraníes, los musulmanes chiítas afganos del noreste de Afganistán, los chiítas iraquíes y varios cientos de chiítas paquistaníes deben atacar al Isis y a Jabhat al-Nusra en el terreno.
Pero los rusos tienen que estar en el desierto, hacia el este del eje Alepo-Hama-Homs-Damasco, para entrenar a los tanquistas sirios y mantener una base oriental de controladores aéreos que guíen a los bombarderos Sukhoi hacia sus objetivos nocturnos.
Todos en el frente sirio dirán que la fuerza aérea siria sólo bombardea en condiciones de clima despejado. Cuando las nubes invernales descienden y la lluvia cae en el norte y este del país, los rusos entran al quite. Los sirios vuelan lo bastante bajo para verlos; los rusos, cuando vienen, nunca se ven, explica con simplicidad militar un visitante constante a los frentes de guerra. No es raro que ahora altos oficiales rusos se agreguen al comando del ejército sirio en Alepo. A Vladimir Putin no le gusta hacer cosas a medias.
Sin embargo, el apoyo militar más importante que los rusos han dado a los sirios no son los tanques, por impresionante que sea su aspecto, sino la tecnología que va con ellos.
Oficiales sirios han mostrado cómo el nuevo sistema antimisil del T-90 hace que los cohetes desvíen su curso a unos metros de los tanques cuando se lanzan directamente hacia ellos. ¿Es esta el arma capaz de derrotar los asaltos masivos con cohetes del Isis y Al-Nusra? Quizás. Sin embargo, más importantes para los sirios son los nuevos sensores rusos de movimiento de visión nocturna, y el equipo de vigilancia y reconocimiento que permitió al ejército del gobierno abrirse paso por las defensas de Al-Nusra en el noreste montañoso del país, cortando las líneas de suministro rebeldes desde Turquía a Alepo.
En un ejército que ha perdido bastante más de 60 mil elementos en casi cinco años de duros combates, los oficiales sirios han descubierto de pronto que la nueva tecnología rusa ha coincidido con un rápido descenso de sus bajas. Esta puede ser una razón del persistente goteo de viejos desertores del Ejército Sirio Libre de vuelta a las filas del gobierno, desinflando aún más el número de los 70 mil soldados fantasmas moderados de David Cameron. Curiosamente, desde el principio de la guerra, en 2011, es mayor el porcentaje de oficiales de la policía y de la seguridad política siria que se han cruzado hacia los enemigos de Bashar al Assad que el de los del ejército regular. Ha habido 5 mil defecciones de personal de seguridad, de entre una fuerza policiaca total de 28 mil.
Los rusos están en posición única entre las fuerzas de tierra sirias; pueden entrenar a los sirios en el uso de los nuevos tanques y observar cómo se desempeñan éstos sin tener que sufrir bajas propias. En un principio había planes de recapturar Palmira, la ciudad romana que ya ha sido vandalizada en parte por el Isis, pero las dificultades del terreno desértico han convencido a los sirios de que las ofensivas en el norte para cortar todas las rutas rebeldes de Turquía hacia Siria valen mucho más la pena.
No es extraño que los turcos ahora lancen fuego de artillería entre las fuerzas sirias a lo largo de la frontera común. A los rusos, desde luego, les resulta más fácil entrenar hombres para combatir en ciudades o montañas –ambientes en los que ellos mismos han combatido– que en desiertos, en los cuales el personal militar ruso no ha tenido experiencia desde la guerra de Gamal Abdel Nasser en Yemen.
La ofensiva que retomó los poblados chiítas de Nubl y Zahra el mes pasado fueron de gran interés para los militares rusos. Por primera vez, fuerzas especiales del ejército sirio, la Guardia Revolucionaria iraní y el Hezbolá libanés operaron junto con tanques y helicópteros sirios, abriéndose paso a sangre y fuego a través de 35 kilómetros de poblados y campo abierto en apenas ocho días.
Pero las estadísticas de fuerzas extranjeras que combaten por el régimen sirio parecen haber sido burdamente exageradas en Occidente. Hay menos de 5 mil guardias revolucionarios iraníes en Siria –incluidos asesores y soldados–, y entre los otros 5 mil extranjeros había no sólo afganos y de Hezbolá, sino también musulmanes chiítas paquistaníes.
Pese a todos los alardes de Arabia Saudita de haber formado una enorme, aunque lastimeramente mal entrenada, coalición contra el terror, parece ser que sirios, iraníes y Hezbolá han logrado operar juntos en terreno difícil y lluvioso y obtenido su primera victoria conjunta importante. Las fuerzas iraníes se utilizan ahora por primera vez en el frente, principalmente en los alrededores de Alepo. Su primer avance comenzó en el sur de Alepo en noviembre. Oficialmente se dijo que ellos y los sirios planeaban abrir la vieja carretera internacional de Alepo a Hama, pero el verdadero plan era romper los sitios a las ciudades chiítas de Fuah y Kafraya.
En el campo oriental, el coronel Suheil Hassan, el Tigre al que algunos militares sirios consideran su Rommel, ha estado avanzando hacia el norte para poner fin al sitio del Isis sobre una base aérea siria.
Pero ¿y los kurdos, cuyo avance hacia el sur también ha puesto en peligro las rutas de suministro de los rebeldes hacia Alepo? Los sirios agradecen cualquier ayuda kurda que puedan recibir, pero pocos militares han olvidado los escalofriantes sucesos de 2013, cuando sirios en retirada buscaron refugio con las fuerzas kurdas después de la batalla por la base aérea de Mineq. Los kurdos exigieron un vasto arsenal al ejército sirio a cambio de sus hombres –soldados por municiones–, en el que buscaban millones de cartuchos de AK-47 y ametralladora y miles de granadas para lanzacohetes a cambio de liberar a los soldados.
Sin embargo, los kurdos deseaban persuadir a Al-Nusra de devolver prisioneros de su nación y ofrecieron a los altos oficiales sirios de Mineq a cambio de sus cautivos. Al-Nusra accedió, pero una vez que los kurdos entregaron a los oficiales sirios, los rebeldes islamitas –que habían perdido a 300 de los suyos en la batalla de Mineq– mataron de una vez a todos los oficiales sirios que los kurdos entregaron, de un tiro en la cabeza.
Entre ellos estaba el comandante sirio en funciones en Mineq, coronel Naji Abú Shaar, de la 17 división del ejército. Sucesos como estos no harán gratos a los kurdos para el ejército sirio en años futuros.
Entre tanto, los sirios continúan perdiendo oficiales de alto rango en batalla. Por lo menos seis generales han muerto en combate durante la guerra siria, lo que ha permitido al ejército proclamar que sus altos mandos dirigen desde el frente. El comandante de las fuerzas especiales sirias pereció en Idlib, y el comandante de inteligencia militar en el este del país fue muerto en Deir ez-Zour. El mayor general Mohsen Mahlouf murió en combate cerca de Palmira.
Hace un año, el general Saleh, amigo cercano y colega del coronel Tigre Hassan, desafió a los atacantes suicidas de Al Qaeda en la ciudad industrial de Sheikh Najjar, a las afueras de Alepo. Él me contó que los atacantes mataron a 23 de sus hombres en una vasta explosión en ese lugar. Yo lo conocí después de eso, y en ese tiempo pensé que había adoptado un despreocupado, casi temerario, desdén por la muerte. Hace apenas un mes pasó con su vehículo sobre una bomba hechiza que le arrancó la parte inferior de la pierna derecha.
Son hombres recios, muchos de los cuales se adiestraron en una escuela militar siria que luce en la puerta este letrero: Bienvenidos a la escuela del heroísmo, donde se hacen los dioses de la guerra. Escalofriante.
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Traducción: Jorge Anaya