Tras el estallido de la crisis provocada por el derribo de un avión Su-24 y el despliegue del sistema ruso S-400 Ankara ha visto como su injerencia en Siria se ha visto en gran parte eliminada. Esto puede haber llevado a Erdogan a tomar la decisión de trasladar a Iraq sus políticas expansionistas motivadas por sus deseos de recrear el Imperio Otomano.
El gobierno turco decidió enviar tropas a la base de Bashiqa, en las cercanías de Mosul, en la creencia que este movimiento pasaría desapercibido para el gobierno iraquí, que estaba entretenido en ese momento en la ofensiva contra el EI en la ciudad de Ramadi, en la provincia de Anbar, y esto permitiría a Turquía establecerse como un actor decisivo en la zona norte de Iraq y quizás, como ha denunciado el primer ministro iraquí, Haider al Abadi, llevar a cabo una anexión de facto de la zona de Mosul, la segunda ciudad de Iraq.
Existen razones para pensar que Rusia puede haber alertado a Iraq del despliegue y las intenciones de Ankara. Tras el estallido de la crisis y la demanda de Bagdad a Ankara de que retire sus tropas, Erdogan declaró repetidamente que tal despliegue no era “nada nuevo”. Sin embargo, la reacción iraquí fue mucho mayor de la que él pudo haber previsto. Los partidos políticos, el gobierno, las milicias populares e incluso el líder religioso shií de Iraq, el Gran Ayatolá Ali al Sistani, manifestaron públicamente su oposición al despliegue de las tropas turcas y grandes manifestaciones populares en Bagdad y otras ciudades se hicieron eco de esa demanda.
El gobierno iraquí presentó una queja formal al Consejo de Seguridad de la ONU y puso a Ankara contra las cuerdas. Frente a la insistencia turca de que sus tropas estaban allí para “ayudar a entrenar a los militares iraquíes y los peshmergas kurdos”, los iraquíes manifestaron que no deseaban tal ayuda y que, en todo caso, la misma debería haber sido realizada con el consentimiento del gobierno federal de Bagdad. Washington, por su parte, mantuvo un silencio incómodo.
El apoyo ruso a Iraq se manifestó por medio de una llamada de teléfono del ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, a su homólogo iraquí, Ibrahim al Yaafari. En ella, Lavrov manifestó el respaldo de su país a Iraq en su intento de acabar con la ocupación militar turca.
Rusia ha comenzado al mismo tiempo a enviar material militar pesado a Siria, como aviones de combate y tanques, para “luchar contra el EI”. Sin embargo, no cabe duda que tal material es también útil para el caso de que la disputa entre Iraq y Turquía llegara a mayores y ambos países protagonizaran un choque armado.
Aunque Erdogan ha manifestado que sus tropas continuarán en el norte de Iraq, no cabe duda de que la retirada de los militares turcos ha comenzado en esa región. Habrá que ver si Bagdad acepta un despliegue testimonial de varias decenas de “consejeros” con el fin de permitir a Erdogan sostener la ficción de que su país sigue manteniendo una presencia en el norte de Iraq.
Esta retirada, que podría convertirse en total si Iraq insiste en la salida del conjunto de las tropas turcas, supone otra derrota estratégica de las políticas agresivas y expansionistas de Erdogan y el AKP hacia sus vecinos. Tal retirada supone una clara humillación a manos de Iraq, pero también de Rusia, que se ha cobrado así una nueva victoria tras sus acciones dirigidas a bloquear la injerencia turca en Siria, entre las que cabe incluir el bloqueo del tráfico de una gran parte del petróleo robado por el EI, que discurre hacia Turquía.
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