Un sistema de misiles S-400 enviado a la base aérea de Hmeymim Fuente:TASS
Rusia ha enviado el sistema de misiles antiaéreos S-400 a la base aérea rusa de Jmeimim como respuesta de las autoridades rusas al derribo del bombardero ruso Su-24 en el espacio aéreo sirio. Explicamos cómo este sistema cambió el equilibrio de poder en el Pacífico entre China y EE UU.
La venta del poderoso
sistema de misiles tierra-aire S-400 a China en abril otro hito entre las relaciones entre Rusia y el país asiático: es también un ejemplo señero de cómo un proyecto relativamente barato puede hacer que otro, con un precio de un billón de dólares, se quede obsoleto incluso antes de salir al mercado. Eso es lo que el sistema misilístico S-400, que cuesta 500 millones de dólares, ha hecho con el caza furtivo estadounidense, el novedoso F-35.
En noviembre de 2014 Moscú y Pekín
firmaron un acuerdo por valor de 3.000 millones de dólares, para el suministro de seis sistemas S-400, que aumentarán exponencialmente la capacidad china de defensa contra EE UU y sus aliados en el Pacífico occidental.
“Si tomamos en consideración su alcance, extremadamente largo, y la efectividad de las capacidades de su armamento electrónico, el S-400 es un sistema que cambiará las reglas del jugo, ya que desafía la capacidad militar actual en el nivel operacional de la guerra”, explicó a Defense NewsPaul Giarra, presidente de Global Strategies and Transformation. El nuevo S-400 tiene “efecto de convertir un sistema defensivo en otro ofensivo”.
El S-400 fue desarrollado para defender el espacio aéreo ruso y unos cuantos kilómetros más allá contra misiles y aviación de todo tipo, incluyendo aviones furtivos. Se trata de un arma de gran potencia y precisión que puede cambiar el equilibrio de fuerzas en cualquier escenario bélico.
Tradicionalmente, Rusia y los EE UU han adoptado estrategias militares diferentes. Durante la Guerra Fría, los EE UU confiaban en aviación con base en portaaviones para extender su poder por el Pacífico occidental, estrategia que continúa hoy en día. Por otra parte, los rusos decidieron que estos aeródromos flotantes eran un blanco fácil para su aviación de largo alcance, con base en tierra, y sus misiles tierra-agua.
La lógica rusa era sencilla y elegante. En aquel entonces, un
portaaviones nuclear costaba de media unos 1.000 millones de dólares, mientras que un misil tierra-agua promedio costaba un millón o menos. Con el dinero que habrían gastado en un único portaaviones, los rusos calcularon que podrían producir mil misiles de crucero.
Por otra parte, estaban tan seguros sobre la precisión de sus misiles de crucero que el Backfire (Tupolev Tu-22M) llevaba un solo proyectil con ojiva nuclear Raduga J-22 (AS-4 Kitchen, según la OTAN).
También China está siguiendo el mismo camino. Ha adoptado la
estrategia de Rusia en la Guerra Fría: atacar portaaviones con escuadrones de cazas armados con sus misiles de crucero (que son clones de los misiles rusos). De hecho, no es necesaria la completa destrucción de un portaaviones; incluso un pequeño desperfecto puede hacer que estos navíos queden fuera de combate durante meses.
Para contrarrestar esta amenaza a sus barcos, los EE UU confían en el F-35 como antimisil de crucero. Se ha gastado ya más de un billón de dólares en este complicado proyecto. Aunque el F-35 se demostrase milagrosamente capaz de compensar sus carencias, el S-400 supera con creces su estrategia.
Lockheed-Martin afirma que el F-35 tiene unos sistemas electrónicos tan avanzados que podría detectar y neutralizar cualquier cosa que se le disparase. Pero el S-400 no es fácil de derribar. “Tiene muchas características diseñadas específicamente para derrotar estos sistemas de defensa, así como para resistir a los cazas furtivos. Cuenta con un radar más grande y más potente, más resistente a la detección y a los bloqueos. También dispone de un conjunto de tres misiles de diferentes rangos que lo dotan de una defensa en tres áreas superpuestas”, explicó a The Diplomat Iván Oelrich, analista militar independiente.
Pero este no es el único aspecto en el que el S-400 supera al F-35. Los aviones de cuarta generación, como el Su-30 y el MiG-29 tienen el fuselaje de aluminio. Sin embargo, los aviones furtivos cuentan con fuselajes mixtos, que incluyen capas especiales que absorben las ondas de los radares y cuya aplicación requiere un gran número de horas. Por cada hora de vuelo, el F-35 necesita entre nueve y doce horas de mantenimiento.
Y eso, en condiciones normales de vuelo. El desgaste es mayor durante las maniobras de evasión, que son inevitables si el avión intenta zafarse del radar S-400. Este recubrimiento antirradar no solo requiere nuevas técnicas de mantenimiento; además, los desperfectos importantes necesitarían reparaciones en las plantas de Lockheed en tierra. Por este motivo, la base aérea de Eglin, en Florida, dispone de 17 mecánicos por cada F-35.
Los defensores del F-35 afirman que el avión puede emitir frecuencias que confunden y dejan fuera de combate al S-400. Pero la adquisición, por parte de los EE UU, de veintidós cazabombarderos Growler sugiere que la capacidad de interferencia y bloqueo del radar del F-35 no es tan buena como se podría suponer. Según Air Force Technology, algunas cifras de la Marina de los EE UU y su industria sugieren que la indetectabilidad del F-35 y su potencial para la guerra electrónica son, sencillamente, insuficientes.
Según Air Power Australia, “sin duda alguna, la familia S-300P/S-400 de sistemas de misiles tierra-aire tiene unas capacidades mayores que cualquier otro de los que están en uso actualmente en la región Asia-Pacífico”.
Una creciente confianza
Este trato sobre misiles es una señal del creciente entendimiento entre los líderes políticos de Moscú y Pekín. La venta del S-400 es la consecuencia del fin de los suministros de cazabombarderos Su-35 a China, que tuvo lugar el año pasado. Las negociaciones, que llevaban años en suspenso porque el lado ruso quería proteger su propiedad intelectual, recibieron otra vez la luz verde tras las sanciones occidentales.
Los rusos estaban preocupados porque pensaban que China compraría unas cuantas muestras, las desmantelaría y después cancelaría el contrato, cuando decidiese que podía calcar versiones locales mediante ingeniería inversa. El J-15 chino, por ejemplo,
es una copia del Sujói-33 ruso.
Sin embargo, la complejidad del S-300 y de los motores aéreos rusos ha demostrado ser el hueso más duro de roer para la industria china de la copia. Además, en 2008 y 2012, Rusia obligó a China a firmar fuertes acuerdos para la protección de la propiedad intelectual.
Por ahora, Pekín solo recibirá cuatro de estos sistemas, pero incluso este reducido número servirá para crear la madre de todas las batallas en futuros escenarios bélicos.
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